29/6/12

Carta de Manuela desde El Batey

Derechos de los niños
"Hola, me llamo Manuela, tengo 12 años. En mi casa viven 5 personas, mi mama, mis hermanas. Mi hermanita es la menor de edad.
     Me gusta el color rosado, yo no tengo novio porque soy menor de edad, mi hermana chiquita tiene 11 años, mi otra hermana tiene 14 años.
     A mi me gusta el pollo con arroz. No solo me gusta el pollo con arroz, a mi me gusta todo porque soy pobre. Mi mamá es una mujer pobre porque ella no tiene dinero, a ella le encantaría tener un colmadito. Mi papá está loco por la droga, cuando yo sea grande no quiero que sea drogadicta, yo quiero tener un trabajo para ayudar a mi mamá cuando sea viejita. Yo quiero tener dinero para cuando mi mamá sea vieja para ayudarla. Yo soy una niña todavía, pero cuando tenga 20 años yo quiero trabajar para ayudar a mis hermanas si no están trabajando.
     Yo soy Manuela y quiero que una gente me ayude. Quiero terminar mi escuela, ir a la universidad".



Manuela, con doce años, ya realiza tareas de mujer, aunque no es reconocida como tal dentro de su comunidad. Sabe que su futuro está frustado y que su única esperanza es la ayuda de los demás. Vive a diez minutos de resorts de lujo "todo incluído" donde, a diario, se desperdician kilos de comida. Le gusta el pollo con arroz pero solo lo come un día a la semana porque es muy caro. El resto se conforma con mangos y el arroz blanco. Come dos veces al día porque no hay para más, y se baña en el río porque no hay agua potable. Su hermana de 14 años ya está embarazada "por loca". 

Manuela estudia gracias a la ayuda de las distintas iglesias que se han asentado en El Batey. Para ella será difícil integrarse en la educación formal porque oficialmente "no existe". Es una sin tierra. Aunque nació en República Dominicana no tiene identificación alguna. Los hijos de los inmigrantes Haitianos no son reconocidos por el Gobierno de la República Dominicana.

República Dominicana ratificó en 1989 la Declaración sobre los Derechos del Niño. 

No deberíamos olvidar que el hambre es un crímen y que, como dijo Nelson Mandela:

"La pobreza no es un fenómeno natural. La causan los seres humanos y puede ser superada y erradicada gracias a la actuación de esos mismos seres humanos."



27/6/12

Noche de Hospital en Puerto Plata

En breve, aventura de una gallega que, atacada impunemente por la fauna bichística puerto platense, visita a un médico para pedir antihistamínicos y acaba durmiendo en el hospital con los brazos momificados por emplastos de manzanilla. Y por que será que ya ni me sorprendo....

La fauna bichística de Puerto Plata me adora. Lo mío es un algo así como "dejad que los insectos se acerquen a mí...". Que si más de diez personas deciden hacer un fuego en lo alto de la montaña y todas deben cargar palos y ramas, pues solo yo salgo masacrada por insectos varios. Y sí, así pasó. El jueves noche me uní a una expedición nocturna a lo más alto del campamento SunCampDr para observar las vistas. Al día siguiente comencé con una especie de enrojecimiento y picor en las dos manos.

Jajaja, muy propio encontrarme esto en Facebook
Pequeña naturaleza, me dije a mi misma. Y embutida en crema de hidrocortisona me lancé a la discoteca del Batey el viernes noche en uno de los días más calurosos desde que llegué a República Dominicana. Poco a poco la bachata dulzona fue tomando ritmo hasta que se convirtió en una tanda de merengues. De esos merengues electrizantes y rápidos que te sacan la risa y el sudor a la par. Y allí estaba yo, al estilo de "Danzad, Danzad Malditos", en aquella casita, entregándolo todo. Y el merengue eterno que no cesaba... De repente me doy cuenta de que me he convertido en el centro de atención, la salita se calienta, las puertas se llenan de haitianos a los que no les permiten la entrada porque no tienen para pagarse una consumición. Y entre vuelta y vuelta frenética me doy cuenta de que todo el mundo anda mirándome. Uno agarra un par de garrafas de agua vacías y un par de palos, y empieza a marcar el ritmo de la canción. Y yo dale que te pego al merengue pensando, entre gota de sudor y sudor, "aquí dejo yo por lo menos 3 gramos hoy". Y que me quiten lo bailao.

Siento que la sandalia se afloja. No, no se ha aflojado, se ha roto. "Pues yo no paro". Y el merengue que no termina, y entre vuelta y vuelta y cambio de pareja, porque muchos no daban crédito a que una blanquita rosada y blandita se pudiera mover de esa forma, dejé al personal desconcertado. Reconozco que nunca había sido capaz de causar tanta sensación con una canción. Y con la sonrisa pintada en los labios, el sudor recorriéndome las mejillas, la sandalia rota, las risas de aquella gente resonando en mi cerebro, las picaduras de las manos inflamándose y la sensación de haber disfrutado a lo grande, regresé al apartamento.

Así comenzó todo, como la canción "Veneno en la Piel"
Dejaré para otro día las consideraciones filosóficas sobre los acontecimientos paralelos a esa noche; sobre mi opinión del efecto que causa la presencia de unos turistas accidentales en uno de los lugares más pobres de República Dominicana. Sobre madres jóvenes que se prostituyen por 5 euros para poder dar de comer a sus hijos, sobre europeos que desde el 4X4 lanzan al aire las monedas que le sobraron después de meterse pa´l cuerpo varias botellas de ron, y sobre los haitianos que se avalanzan para poder agarrar alguna de ellas y así, al día siguiente, con un poco de suerte, llevarse un plato de arroz a la boca. Voy a dejar de lado hoy estas consieraciones porque si no se me altera la bilirrubina y eso no es bueno para la alergía que tengo.

ALERGIA
Tengo alergia. Las picaduras de las hormigas rojas o lo que fuera empezaron a inflamarse y decidí empezar a tomar medicamentos. Estuve grogui por dos días en los que me puse al día de todas las peliculas que han subido a Cuevana. Es una suerte que aquí funcione bien Internet y que las rapaces de los derechos de autor no se preocupen mucho de esta parte del mundo.

Nada parecía aliviar la picazón y la hinchazón de manos asi que, superando mi terquedad de solucionar las cosas por mí misma, decidí ser sensata y acudir al médico a que me echaran un vistazo y me recomendaran algún antihistamínico más potente. Y que conste que lo hice pensando en todos aquellos que siempre me decís que soy muy burra, especialmente mi madre y mi hermana. Y como a veces sí hago caso, llamé al seguro y me dirigí a la clínica privada Hospiten.

Yo quería experimentar lo local y lo público, pero pensé de nuevo en mi terquedad, en la cancioncilla de Juan Luis Guerra, y en que aquí solo me tengo yo para cuidarme, y opté por la opción privada (pequeña naturaleza la mía...). Hago un par de llamadas y, en cuanto pongo pie en la clínica, que resultó ser de capital español, todo son atenciones, cuidados y algodones. Me meten en un salita, alejada del calor de los pasillos comunes donde cientos de dominicanos esperan su turno.

Grupo Hospitén, Puerto Plata
Pienso, aquí me voy a pasar el día para que me vean las manos. Y me confundí. Reconozco que no dí una y que mis pronósticos pesimistas no se cumplieron. A los diez minutos llega una doctora cubana y, debo admitir, suspiré y me relajé. Me toman la tensión, me auscultan, preguntas de rigor sobre enfermedades y alergias a medicamentos... Les explico que me ha pasado, que es lo que me estoy tomando y me miran las manos.

Aquello, mis manos, a esas alturas se parecían más a la piel de un cocodrilo que a otra cosa. La doctora las examina con atención y me dice. Bueno, tu te estabas medicando muy bien. Esos medicamentos que te pusiste son muy buenos pero en tres días ya tendrían que haber hecho efecto. No son suficientes. Necesitamos inyectarte.

   -   Si, si, me lo imaginaba. Ya me ha pasado antes. por eso vengo, a que me pongan Urbason.
   -  ¡Ay no, mamita!. No podemos inyectarte y que te vayas. ¿Y si tienes alguna reacción?. Lo mejor es que te quedes aquí una noche y mañana estás estupenda. ¿Tienes seguro?
   -  Si, si tengo seguro. Uhmmmm, me digo a mi misma. Blanquita con seguro. Soy una presa del sistema. Tengo varias opciones, o me quedo y me sacan los ojos (a mi seguro), o me voy al hospital público o a un dermatólogo y pido una segunda opinión. Y la cancioncilla de Juan Luis Guerra retumbando en mi cabeza. Y la vocecilla de mi madre repitiéndome desde la conciencia, "no escatimes si necesitas algo. Cuídate". Y otras vocecillas que me repiten, también desde la conciencia, "no seas burra y deja que la gente te ayude..."

   - ¿Cuánto cuesta quedarse en este hospital una noche?
   - Ay mi hija, eso yo no lo sé, soy doctora. Pero usted puede irse si quiere. En mi opinión, para que esto no se infecte y no se extienda a las piernas y cause una celulitis, debería quedarse y estar controlada.
Habitación "todo incluído" anti alergias
   -  Y yo empiezo a pensar en voz alta. Y la doctora y la enfermera echándose esa miradas y observándome con curiosidad. "Es que mi vecina me ha encargado que le cuide los gatos por dos días... ¿Y ahora que hago yo con los dos gatos?. ¿Y si les da un colapso a esos gatos canadienses?. Uy, si es que no me traje ni el cargador del teléfono. Si lo sé me hubiera traido la computadora. ¡Su santa madre! Quedarme ingresada una noche por una alergia. ¡Seré pequeña naturaleza...! Una hormiguitas van a dar con mis huesos a un hospital. Pero, y si me voy y la alergía empeora. Ay, no, yo le he dicho a mi madre que me voy a cuidar y ser sensata. ¡Al carajo, me quedo, que para eso pago seguro!. Pero es muy pronto (era la una de la tarde). ¿Puedo ir a dar una vueltecita y venir luego? Es que como no sabía que me iba a quedar no he traido nada.
  -  Hay pues no puede porque usted ya se queda ingresada porque eso hay que tratarlo.

Y sin darme cuenta, en un periquete, estaba yo tumbadita en la habitación 411 que me pareció un palacio, con una enfermera agarrándome el brazo izquierdo para ponerme la vía para los medicamentos, y con la derecha intentando firmar la autorización para que bloquearan 2,000 dólares de mi cuenta para cubrir gastos.
   - ¡Y esto por qué?
   - Pues si usted decide irse sin pagar
Esta vez fui obediente, ¡que conste!
   - Ah... y entré en una profunda somnolencia. No sin antes poner a buen recaudo mi monedero que se pasó el día y la noche entre el colchón y mis riñones. Y es que ya hace mucho tiempo aprendí que en los hospitales también se roba.

NOCHE DE HOSPITAL EN PUERTO PLATA
El día y la noche transcurrió fácil. Medicamento por aquí, emplastos de manzanilla por allá... la habitación fresquita, yo mirando la televisión con los ojos abiertos como platos y las gafas de sol (que las de ver las dejé en mi apartamento porque nunca pensé que acabaría ingresada). Hacía dos meses que no disfrutaba yo tanto de esa caja boba... Vamos, que tuve mi todo incluido en Puerto Plata. Habitación amplia y con vistas, aire acondicionado, ni un mosquito a la vista, Internet, televisión, revistas.... Y yo pensando en la cancioncilla de Juan Luis Guerra y en todas esas personas esperando que las atendieran. Y sí, para que no admitirlo, el dinero marca la diferencia entre que te traten a cuerpo de rey o que te mantengan a la espera eternamente. Yo, de nuevo, a pesar de la crisis, del desempleo, de las distancias y de otras muchas cosas, me sentí una privilegiada y decidí que dejaría que me cuidaran.

Dieta anti-alergias
La alergia empezó a ceder gracias a toda la artillería que hicieron recorrer por mis venas y mi piel. A la mañana siguiente, no antes de que estuviera lista la factura, me dieron el alta, asi como la medicación a seguir y la dieta que debería reducir a melón, papaya (fruta bomba o lechoza según el país), plátano y pollo hervido. Me metieron en un taxi, me llevaron a las oficinas a pagar la factura. Una facturita muy bien detalladita en la que figuran hasta las bolitas de algodón que utilizan para aplicarte el alcohol, y las bolsitas de manzanilla utilizadas en el emplasto.

El taxista se ofreció a llevarme hasta el campamento por un precio desorbitado. Tras una charla el precio desorbitado se rebajó a otro precio desorbitado. Yo le dije, "mire usted que yo no soy una turista accidental, que yo me sé los precios y viajo en ruta pública". El se puso un poco blanco pero, como sabía que hacía calor, que el sol no me puede rozar la alergia, y que tengo pensado pasarle el gasto al seguro, no cedió ni un poco más pero dijo que, a cambio, me llevaba al supermercado y me metía la compra en casa.

Mi nueva dieta
Y yo, que seguía ecuchando la voz de mi madre, y a pesar de que sabía que el buen señor me estaba timando bastante, me dejé querer. Y el taxista, que resultó tambien ser chef, me eligió la papaya y el melón y los plátanos que eran los mejores para mi dieta tropical anti alergias. Y me contaba no se qué cosas más... Y yo pensando en los gatos persas canadienses que llevaban un día encerrados, y en que tenía que contactar con el seguro para que me devuelvan lo que me corresponde lo antes posible. Para rematar la compra, el buen samaritano, en cuanto vió que metía una botellita de champú en el carrito  se ofreció muy amablemente a llevarme a un salón de belleza de una amiga suya que me iba a dejar estupenda y así no tendría que tocar el jabón. Porque tengo prohibido todo contacto con sustancias que lleven químicos hasta que esto se pase... Vamos, que no se les escapa una. Y mientras yo le hablaba de mi mala suerte y el me reprendía, asegurándome que eso era un designio de Dios y no debía utilizar esas palabras, llegamos a casa y le pagué sus servicios de "personal shopper".

Aún así, no le culpo por intentar sacarme el máximo. Es nuestra responsabilidad la de no dejarnos engatusar y la de ellos intentar sobrevivir. Los negocios son los negocios. Porque en este país la gasolina y la comida son tan caras como en España pero, a diferencia de los indignados españoles mil euristas, una enfermera nocturna cobra 200 euros al mes y hace dos jornadas diarias para llevarse los 400 a casa. No, que no se me malentienda, no considero que España vaya bien, sino que hay otros lugares en el mundo donde, lamentablemente, las cosas andan peor y donde, no obstante, hay más humanidad y alegría.

SER O TENER
Porque en esta vida lo que cuenta no es lo que tienes, sino lo que eres, lo que sientes. En la parte del mundo de la que vengo aprendimos a que, por el mero hecho de estar vivos, tenemos derecho a todo. Y enfurecemos si las cosas se tuercen, aunque no querramos hacer nada ni ceder a nada, ni salir de nuestro nicho de confort, para que la situación cambie. Tan solo nos encabronamos y seguimos con nuestra desidia. Mucho blah, blah,  poca acción y mucha mala leche. Y mientras el cuerpo se va ablandando por la inercia de los años, el corazón se va acorazando para resguaradarnos de nuestros semejantes que, día a día, se convierten en nuestros rivales en la carrera del consumismo y del tener.

Pero en otras partes de este planeta, hay habitantes que no conocen derechos. Para ellos la vida consiste en luchar y tirar pa´lante, conquistando el presente poquito a poco, con una gran sonrisa y mucho tesón. Aguantando las tormentas y soportando unas condiciones de vida que les endurecen por fuera pero que mantienen su corazón abierto a sus semejantes. Porque hay comunidades en las que si uno falla, fallan todos. Y aunque la vida se ponga dura y el plato se vacíe, siempre habrá para compartir. Porque donde comen diez, comen doce, aunque todos se queden con un poquito de hambre.

Por eso somos pequeñas naturalezas, como un día bien me hizo entender mi amigo Abdoulaye Kama que ya se fué. Porque en nuestro egocentrismo nos hemos autoproclamdo en la cúspide de un sistema que debe proveernos, porque nos hemos creido que debemos conseguirlo todo con el menor esfuerzo posible y porque a pesar de la indignación, el encabronamiento y el mal humor que nos va dejando surcos en la expresión, la mayoría no está dispuesta a esforzarse ni a renunciar a nada por conquistar una vida posible.

Y ahora me despido que debo dedicarle un tiempo a mi dieta tropical y ver si los perros no se comieron a los gatos persas de la canadiense. ¡Hasta pronto!. Os dejo con la cancioncilla de Juan Luis Guerra.


21/6/12

¡Mal Bicho!

Yo creo que eso de "eres más de campo que las gallinas" no va mucho conmigo. A ver, no es que extrañe la polución de las ciudades, el ruido, las colas para hacer lo mismo a la misma hora que todo el mundo, ni nada de eso. Me gusta el aire limpiecito (que dirían por aquí), dormirme con el sonido de la cigarra, ver las luciérnagas iluminar el río, ensimismarme con las gallinas, los burrillos y toda esa fauna rural. Todo eso me gusta, pero con lo que no acabo yo de hacerme es con toda esa colección bichística que me ataca impunemente,  lleve o no, kilos de repelente encima.

¡Lista para la Guerra!
Hay que entender que en los días calurosos como hoy, Puerto Plata se pone en cuarenta graditos. Al caer la noche, aunque refresca, uno sigue sintiendo el horno en el cuerpo y no es cuestión de meterse en un traje de buzo que no deje nada al aire. Así que si me pongo pantalón largo y me dejo los brazos al descubierto, pues ya sabemos donde ataca el enemigo que, en este caso, son muchos y nada cobardes. ¡Son unos osados!. Que me pongo manga larguita y pantalón amplio tobillero, pues a los tobillos, aunque solo sea para estrellarse con el hueso. ¡Y cómo arden las picaduras en los huesos!

Imaginemos que, uno de esos días en los que estoy espabiladilla, decido taparme desde el dedo gordo del pie hasta las orejas. Y uno pensaría, así embutida, y con los litros de anti mosquitos y anti todo que tengo, que no habrá insecto que encuentre milímetro de piel donde atacar, ¿verdad?. Mentira de la gorda. Quedan las manos. Unas manos rollizas llenas de dedos. Por lo menos diez en cada una. Con sus veinte nudillos y todo. Y sus dos muñecas ¡Su santa madre!.

Y así estoy. En un entorno absolutamente bucólico donde los insecticillos que hay por aquí me están plantando cara; marcando su territorio para que me quede bien claro quien pertenece a estas tierras  y quien no. Y digo bichitos y no mosquitos elefante porque estos últimos ya han dejado de preocuparme. A estos se los ve o escucha venir, con la vista o por el zumbido. Además, con un poquito de amoniaco y paciencia, las picaduras desaparecen antes o después. Pero, ¿qué me dicen de esos indecentes insectos, casi invisibles y silenciosos, muy silenciosos, que se confunden con la brisa sobre la piel?. Y las hormigas de las cataratas... esas sí que fueron el ejército rojo de la muerte.

JEJÉN U HORMIGAS ROJAS, ESA ES LA CUESTIÓN
¡Terrorista!
Miren ustedes, yo no sé lo que se me ha posado encima pero tengo los deditos y los empeines de los pies finos. Y los deditos de la mano también. Yo voy muy orgullosa, enseñándole mis decenas de ampollitas diminutas  a todos los locales y turistas que osan preguntarme como estoy. Si preguntan no es para decir: "muy bien, muy bien", sino para explicarles lo que hay, ¿no?. Los turistas dicen que es alergia al sol. Va a ser que no... Los locales coinciden en que deben ser unas hormigas rojas bien malas o los jején. Yo apuesto a que deber ser esto así que, con su venia, me voy a meter en Internet a ver como diablos me libro de este picor dichoso. Comprobado, han sido las hormigas rojas. Dichosasssssssssssss

Para empezar, mañana me voy a la playa, Playa Dorada o Pueblito, a ver si la sal ayuda un poquito. Ya empecé el trabajo en el Batey. Ayer fue algo más complicado, todo el mundo intentando medir mis fuerzas. Hoy he conseguido tenerlos tranquilitos durante una hora mientras daba clase a una señora muy dulce, Germania, que repite despacito cada cosa que yo digo, como si fuera mi eco y a la que la que lo que más le gusta es pintar con colores, "porque de niña nunca tuvo lápices". Ya contaré poco a poco. Las historias son impresionantes. No nos imaginamos, la que escribe y los que leen, cuánta suerte tenemos de tener lo que tenemos -rescate bancario incluido- y de vivir como vivimos. Sé que suena a tópico pero esta gente no tiene, por no tener, ni agua potable. Y eso que viven junto a un río. ¿Alguien se aventura a describir como está el río?

Poco a poco más. Ahora empieza la guerra contra el jején, la hormiga roja o lo que sea. Estoy bien armada. Y de fondo, como no tengo fotos nuevas, os dejo una cancioncilla al uso.

¡Feliz vagamundeo!

20/6/12

SunCampDR, una República Dominicana diferente

Zona de descanso
En un país donde abundan los hoteles todo incluido, que pareciera pusieran a los turistas un antifaz para no ver lo que hay tras sus impresionantes instalaciones, SunCampDR es una buena opción para conocer el país, la cultura y acercarse a la vida cotidiana de los dominicanos. Aquí es donde yo estoy desde que llegué a República Dominicana hace, exactamente, una semana y un día.


Elegí SunCamp por una razón muy precisa; por su involucración en las comunidades desfavorecidas que le rodean y por la posibilidad de invertir un poco de mi tiempo en conocer la realidad de este país y en ayudar en aquello a lo que pueda. No quiero extenderme mucho porque en su página web quedan muy bien reflejadas cómo son sus instalaciones y el tipo de ayuda que hacen. Podéis verlo aquí:
   -  Campamento Vacaciones Caribe
   -  Trabajo Voluntariado

Zona de trabajo
SunCamp está asentado junto a un río y ofrece alojamiento económico y alternativo para grupos de amigos a los que le guste la naturaleza, viajeros independientes y todo tipo de personas que quieran una vida simple y sin artificios en un entorno caribeño. A no ser que se tenga (o alquile) un coche o moto, para vivir aquí es necesario hacerlo como un local y quedar supeditado al servicio de carros públicos (que antes llamé lata de personas con ruedas). Todo es fácil desde SunCampDr si uno sabe adaptarse a la vida rural. Mi apartamento, por el que pago 380 dólares al mes, es bien amplio y luminoso y desde el puedo ver el río. Me encanta que tenga un buen acceso a Internet que, junto a algunas otras cosillas, es uno de mis vicios. Todo hay que admitirlo.

BATEY MUÑOZ
¡A lavar la ropita!
Llegué a SunCamp alrededor de las seis de la tarde y nada más poner pie en tierra, sin tiempo apenas para ubicarme, me montaron en una camioneta y me llevaron al Batey. Me gusta ese nombre, Batey, aunque la realidad de estos asentamientos marginales no tenga nada que ver con lo que su nombre me inspira. Ya hablaremos más de eso pero, por resumir, diremos que es la pobreza y la miseria, que son cosas distintas y no siempre van juntas, elevadas a una potencia muy alta. Me sentí trasladada a un África muy profunda donde viven hacinados, olvidados y abandonados al menos 1.500 almas. Este era realmente el objetivo de mi viaje.

Allí en el Batey conocí a algunos niños, pintamos, dimos un paseo por las casitas y compré mi cena. Sí, lo reconozco, primer día primera regla incumplida. En una de las casetas o chabolas, yo las denominaré de la primera manera, compré tres panes, en otra un cuarto de pollo. Era mi única opción de llevarme algo a la boca en casi todo el día.

   -  Señor, ¿pero usted me asegura que este pollo está fresco?
   -  Este pollo está fresquecito de´hoy. Ya esta hervido y ahora lo freímos.
   -  Dirijo mi mirada al aceite, me santiguo mentalmente e insisto. ¿Pero usted me garantiza que este pollito está mañana estaba cacareando, digo, cantando?
   -  Todos se ríen por la ocurencia. Si señora, estaba cacareando y corriendo de aquí pa´llá.
   -  OK, pues deme un cuartito cuando esté listo. O me quedo a pan y agua o me arriesgo a que me entre una cagalera y me ayude a perder 5 gramos, me digo a mi misma así como para quedarme tranquila.

     Devoré el pollo y dos panes, me bebí una botellita de agua casi de un trago y, tras chuparme los dedos de lo rico que estaba, se me vino el cansancio de golpe. Necesitaba adaptarme a un cambio tan brusco e inesperado, así que acordamos que me tomaría una semana de descanso para conocer un poco el país e ir adaptándome a los transportes, la moneda, los precios, el idioma (que es español pero oye tú que a veces necesito que repitan hasta tres veces para entender lo que me dicen). Y ahí es donde, sin darme cuenta, me encontré inmersa en las aventurillas de los motoconchos, la ruta a caballo y la brincadera de los 27 charcos.

Amigüito, nada de besos
A CABALLO VAMOS PA´L MONTE... Todas las noches los residentes, permanentes o temporales, de SunCamp se reúnen junto al río para tomarse unos rones y compartir impresiones. Allí, entre otros, conocí a Daniel, el chico alemán de ascendencia colombiana que estaba en esta parte del país por  varios días. La dueña del campamento, una canadiense con los ovarios muy bien puestos, sugirió que durante mi semana de descanso podría hacer algo de turismo con el alemán. Y como me pareció bien, y como no tenía nada planificado, decidí unirme a sus planes fueran los que fueran... Una perfecta idea porque, además de aprender a manejarme por la ciudad y descubrir tiendecitas locales muy interesantes, tuve unas aventurillas de lo más divertidas que jamás hubiera esperado.


La primera fue el miércoles cuando, por segunda vez en mi vida, decidií darme una vuelta en caballito por la serranía de Puerto Plata, digo, por el Parque Nacional Isabel de Torres. Los caballos nos esperaban en la puerta de SunCamp a las 9 de la mañana. Para no variar, a las 9,05 empecé a meter el turbo para llegar y escucho una voz que me dice: "que aquí es el Caribe, que aqui no hay prisa...". - "Es que llego tarde", increpo. -"Yaaaaaaaaaaaa, si que lo hace, pero el que la va a llevar por el monte soy yo y voy detrás de usted........ tendré que llegar yo antes, no señora?". Y desaceleré.
     Allí había cuatro caballos y dos guías. parecían algo más lustrosos que los de Viñales, al menos no se le notaban tanto las costillas. Me tocó el blanco, me disculpé ante él con muy buen humor por la mala suerte de que le tocara la gordita, hice algunos aspavientos para subir y animar el ambiente y partimos.
     No había lluvia en el horizonte, la charla y las bromas de rigor con los guías, uno de 23 y otro de 13 años, y a darle que te pego al vaivén. La verdad es que me gusta,  por eso decidí no pensar en el dolorcillo trasero que tendría al día siguiente, o que ya empezaba a tener. Suavecito, que así se llamaba mi caballo, tenía algo de carácter y eso de ir el último no le gustaba nada en absoluto. Y ahí andábamos al trote que te pego cada vez que el caballo de Daniel quería adelantarnos. ¿Te recuerda a algo sister? Esta vez a la inversa.

     Yo tenía el ojo más pegao al caballo del alemán que al mío. Si veía que intentaba adelantarnos, yo me agarraba fuertecito porque Suavecito empezaba el trote. Así como un poco exagerada le decía al guía que Suavecito quería acabar con la española, pero en el fondo esas carrerillas eran de lo más divertido. Hicimos un par de paradas para que descansaran las personas y los caballos y para comer en un ranchón típico. Pollo, arroz con gandules, pasta, maduros, yuca. La pasta ni la probé y devoré los maduros. Yo creo que a estos platanitos fritos y dulzones le ponen algo adictivo, como a la coca cola, para que una no pueda dejar de engullirlos. Otro de mis vicios.
     Charlé con algunos locales que estaban en el ranchón. Todos muy interesados en emparejarme porque se me ve "muy buena gente y simpática". Y yo insistiendo en mi mal carácter y en aquello de que "mujer sola, mujer feliz". Nos echamos unas risas y decidieron apostar a cuanto tiempo una mujer como yo que, según ellos, es bella y con buen aspecto y simpática, tardaba en tener un novio dominicano. Yo insistí en que aquel que apostara que nunca pasaría algo así se iba a ganar todo el dinerito, pero no se por qué no me creyeron. Debería preguntar a cómo van las apuestas. Jejeje.

Paraíso del Kite Surfing en República Dominicana
      El resto del troteo, el guía de 23 años dale que le gustan las mayorcitas y que quiere ir a España, y que si yo teke-teke o que si pinto y no se cuantas cosas más... Y yo dale a decirle que no sabía donde se estaba metiendo, que sus zalamerías igual que entraban salían. Sé que se estaba buscando una buena propina, que no tuvo porque no llevábamos dinero, pero esta actitud, además de simpática, destapa una realidad muy triste de este país y otros muchos. La de jóvenes y casi niños y niñas que son capaces de hacer lo que sea por salir de una vida sin perspectiva que asfixia, y la de unos turistas o extranjeros que, para matar su soledad y vacío, son capaces de creer cualquier cosa y de pagar lo que sea por sentir compañía a su lado. Es un triste juego del que nosotros somos más responsables que ellos.

     Así, sin ser muy precisos los datos, el otro día me dijeron que el 20 por ciento de la población de República Dominicana es rica, el 70% vive con el salario mínimo (alrededor de 200 euros al mes) y el 10% restante no tiene para comer todos los días. El Batey de Muñoz cae en ese triste y vergonzante 10%. Eso sí es violencia, que existan personas tratadas como esclavos, a las que se les ha negado cualquier tipo de derecho, incluso el de la identificación, y a los que se tiene hacinados como animales para que, cuando sea necesaria la mano de obra barata en la construcción y los campos de caña de azúcar, estén disponibles y dispuestos.

   Pero eso, de nuevo, es otra historia. Hoy es martes, fuí al Batey, jugué con los niños, organicé un grupo de mujeres para las tardes a las 5 e hice un súper. He sido obediente y estoy al día con mis vagamundeos por República Dominicana. La cosa se pone seriecilla pero estoy segura de que ahora viene lo más importante e interesante.
     ¡Hasta pronto!

AgÜita de temperatura perfecta pero con olas revoltosas. Con chiringuitos muy muy chulos para comer o tomar algo




16/6/12

El Río Damajagua, Los 27 Charcos y Las Cangrejeras

Hola hermana, hola a todos. Por si os pasáis por aquí deciros que uno de estos días, muy probablemente el domingo, os contaré el relato completo, completito, de la aventura de este viernes de cuestas, cascadas, saltos, deslizamientos y todo tipo de acrobacias en el Río Damajagua. Solo decir que, dado el nombre, yo pensaba que iba a tener un paseo panorámico y suavecito por 27 charcos. ¿Charcos' ¡Y un carajo!.

Vamos a ello que ya es lunes y llevo retrasillo....

Cangrejeras de mis amores...
Las cangrejeras, ese invento híbrido y todoterreno entre chancleta y zapatilla de deporte, es la mejor amiga de las mujeres y, si nos ponemos, de los hombres también. Ni mascotas ni nada. Donde estén unas buenas cangrejeras a mí que me quiten lo bailao. La mejor inversión que pude hacer cuando trasmuté de una probable vida fashion y tranquilita en el Viejo San Juan de Puerto Rico a una inesperada aventura vital en el poblado Muñoz, cerca de Puerto Plata, en República Dominicana.
     El viernes 15 de junio decidí unirme a un paseito por los 27 Charcos. Me aconsejaron que viera la página web antes de ir para tener más información y así decidirme. Yo, entre el cansancio de los motoconchos y las guaguitas y el deseo de contarlo todo en el blog,  caí rendida en la cama sin mirar nada de nada. Y por eso, a eso de las 9 de la mañana, me fui para los 27 Charcos. ¡Qué bonito!, pensé, debe ser este paseillo entre la naturaleza, los árboles frutales, las palmeras, los cocoteros, las cascadas... Va a ser un día de relax estupendo entre tanta frondosidad domincana. Y con estos pensamientos, entramos a un camino sin asfaltar que nos llevaba al río Damajagua, punto en el que empezaba nuestra excursión.
      Y dicho y hecho. Llegamos a la entrada del Damajagua y todo lo que empiezo a ver son turistas y locales con un casco colgado del brazo y un chaleco salvavidas apretao al pecho. Y yo, que no sabía donde me había metido, empiezo a pensar que qué atuendo más extraño para pasear por el campo y ver unos charquitos. En la entrada nos dieron tres opciones
   -  "¿Quieren brincar los 7 charcos, los 12 o los 27?".
   - Hombre, pues ya que estamos aquí iremos a ver los 27. ¿Hay mucha diferencia?
   - Pues si no hace los 27 el guía les tiene que jalar pa´rriba con una cuerda y desde allí bajan...
   -  ¿Ein? ¿Qué me jalen pa´rriba con una cuerda para luego tirarme? ¿Pero que es esto?. ¿Y si hacemos los 27?
   -  Pues tienen que caminar un poco más, alrededor de una hora, pero es más fácil brincar.
   -  Pues vengan esos 27 charquitos. Aquí tienen los 500 pesos de la entrada (10 euros, en minúscula que está achuchao el pobre)

     Y tras nuestra meditada decisión emprendimos camino los cuatro mosqueteros; Buko (el guía), Daniel (el colombiano), Samuel (el hijo de la dueña del campamento donde me hospedo) y yo. Lo primero a a travesar era un puente volante muy apañao y divertido donde uno parece que se ha pasado la noche anterior tomando copas. Y voy y pienso; "Uy, esto es pan comido, todo está muy arregladito y preparado para el turista". Pero sigo meditando para qué diablos tengo que llevar yo un chaleco salvavidas y un casquito azul para caminar.
     Muy bonito el camino, sus insectos, los caballitos, los árboles... Todo muy bonito, bueno y barato. De repente, el caminillo como que toma pendiente. Vamos, Isa, que en peores has estado. Y ahí iba yo, haciendo la respiración que le digo a mi madre que haga para tomar energía. Inhala por la nariz, suelta por la boca y así la tienes callada y reservas energía. Y la pendiente como que no se termina, y que miro para arriba y como que hay más. Paro, agarro aire, le digo a Buko, el guía, que quite el turbo...
   - Señora, es que hay un grupo muy grande alante nosotros. Tenemos que alcanzarles para que no nos estropeen los brincos
   -  ¿En serio? ¿Tenemos enemigos a las 12?. Pues vamos a por ellos que son pocos y cobardes
Aprieto el paso, empiezo a subir la lomaza, que no lomita, con la punta de los pies. Uno, dos, uno, dos, inspiro, expiro, inspiro, expiro....
     Como cada verano, se me viene a la cabeza que siempre digo que en las siguientes vacaciones estaré en forma. Una vez más no ha sido así y empiezo a rememorar los momentazos del Volcán Pacaya en Guatemala, la Capadocia en Turquía, las dunas en Senegal y la cuevita de Viñales en Cuba. No aprendo, no aprendo... y así, inmersa en mis pensamientos, dejamos al enemigo atrás. Hemos conseguido ganarles los diez minutos con los que salieron de diferencia y algo más. ¡Misión cumplida!. Que este Buko Turbo y los muchachotes no piensen que a esta cuarentañera le pesa más el culete  que el tesón.

   -  Oye Buko Turbo, ¿y cuanto queda para llegar?
   -  Ya queda poco, otra subidita más y allí estamos.
   -  Ok, digo con lo que me queda de resuello. Y cierro la boca para no gastar más energía.

     Y allí estaba, con la cara igualita a la de un pez globo pero con el color de la cresta de los gallos dominicanos. Una cresta roja y lustrosa que me ha llamado mucho la atención por estas tierras. Pues justo cuando creía que las mejillas ya no podían dar más de si.... llegamos.

   -  Pues aquí empiezan los brincos, dice Buko Turbo.
   -  Pues mira tú que bonito. Démosnos prisa que se escucha al enemigo venir. ¿Y por donde seguimos si aquí solo hay rocas y un río?
   -  Brincando y caminando.
   -  Ahhhhhhhhhhhhhh...

     Y bajamos despacito por la primera pendiente. Un agua muy clarita, muy fresquita, que se agradece tras la caminata. Transparente, transaparente. "¡Qué bien estas cangrejeras que me he agenciaó. Voy a apretármelas un poquito más para que no se me escurran los pinreles". Caminamos un poquito más y llegamos a una cascada.


 -  Oiga usted, pero es que la cascada no se ve porque estamos encima.
  -  Claro, es que hay que brincarla para verla desde abajo: En eso consisten los 27 charcos
  -  Me lo repita usted. ¿Y a esto llaman ustedes charco? Me cagüen tó, pero si esto es tres veces mi altura. Pero esta será la más difícil, ¿no?
     Y ahí es cuando el guía mira a Samuel, que ya ha hecho los 27 charcos tres veces, con esa mirada que lo dice todo. Y van y me contestan que no me preocupe que al final del trayecto todo el mundo sale muy contento. Estaba claro, esta no era la primera cascada ni la más difícil. Lo peor estaba por venir. Me puse en el bordillo, estudié mis posibilidades, cogí aire y al grito de guerra de "tu santa madre", me tiré al vacío. El grito no fue ese precisamente, pero algo muy parecido. Y allí, inmersa en el agua, recordé que hubo una época de mi vida en la que quise hacer descenso de cañones. Además ya sabía para por qué era necesario el casco y el chaleco. Todo llega en la vida.
     Luego vinieron otras, dicen que 25, pero yo ni las conté. Mi concentración solo estaba en disfrutar del paisaje, en no torcerme los tobillos para evitar resbalones, y en seguir paso a paso las indicaciones del guía Buko Turbo. Que si esta se baja tumbada con los brazos cruzados sobre el pecho, que si esta es sentada, que si esta bajando escaleras con el culete, que si esta se salta con las rodillas dobladas pero hay que caer justo ahí... Nunca he sido tan obediente en mi vida; Buko consiguió ese milagro.
     Aquí os dejo algunas fotillos de nuestro grupo. La cámara también tuvo su aventura volando por los aires metida en una bolsa estanca. Las dos sobrevivimos y tuvimos un día estupendo que acabó en un restaurante degustando un riquísimo besugo a la parrilla con maduros que me supieron a gloria. No sé si fue o no una locura, cientos de personas lo han hecho antes que yo y lo seguirán haciendo después. Apuesto a que en estos momentos hay un turistilla brincando un charco dominicano. Yo sonrío y admito que esa adrenalina me encantó, que nunca hubiera imaginado que, pasando mis cuarenta años, me vería pegando brincos por las cascadas del río Damajagua, quitándome las ganas de algo que soñé cuando tenía 19.
     Y casualidad o no, hoy me encontré esta frase en Internet. Creo, es perfecta para la aventura de los 27 Charcos. ¡Ah, si decidís venir no os olvideis las cangrejareas!

Deslizándome de un charco a otro

"Nos pasamos la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida...
Jamás entendemos el valor de los momentos, hasta que se convierten en recuerdos. 
Por eso haz lo que quieras hacer, 
antes de que se convierta en lo que "te gustaría" haber hecho. 
No hagas de tu vida un borrador... 
Porque posiblemente no tengas tiempo de pasarlo a limpio".
Que te gusta el mar... pues toma río. Que te gusta la arena blanquita, pues toma pedernal... Y al final todo para enseñarnos que a veces nuestras propias etiquetas hacen el mundo más pequeño y que se puede disfrutar donde menos lo esperamos.
Si hay que saltar, pues se salta, por mi que no quede. 
Este salto tiene truco. No es tan alto como parece. Podría haber bajado a culete. El problema fue que sentí que los pies me ardían. Los tenía llenos de hormigas rojas tortuadoras que empezaban a subir por los tobillos. El guía me garantizó que si brincaba se iban todas de una. Y eso hice. Ni lo pensé. ¡Al agua con ellas!. Y de paso, para qué negarlo, disfruté del vuelo.






Momento relax...





¿Veis como no estoy loquita? Esta la bajé con el trasero. No me atreví a saltar. Samuel sí.


















¡Boooya vaaaa! Ay... dame un empujoncito que no resbalo....
 ¿El truco? Cerrar los ojitos y disfrutar del camino.
Los tres mosqueteros. Todos volvimos al puente colgante a "caminar borrachitos.
Papis, os quiero mucho y estoy muy bien. 
A partir de ahora ya todo será tranquilito.

Para mi hermana y toda mi familia, a la que siempre extraño y llevo en mi corazón. 
Os quiero buuuuuuucho



15/6/12

Motoconchos, latas de sardinas y Cristobal Colón

Hay días que nos pintan sonrisas en la cara. Hoy ha sido uno de ellos. Una jornada preñadita de esas aventurillas y anécdotas que con solo evocarlas nos arrancan unas buenas carcajadas. Todo empezó a las siete de la mañana rumbo a La Isabela, buscando pisar la misma tierra que El Almirante consentido de la Reina Isabel II.

Mural Indio Taino en el Museo de La Isabela
El plan para llegar era tomar dos mini guaguas públicas que bordean la costa. Todo cambió cuando  un avezado taxista público nos dijo que la ruta más directa para nuestro destino era ir a Villa Isabela y desde allí al sitio arqueológico de Cristobalín. Y dicho y hecho, Daniel -un alemán trotamundos de ascendencia colombiana- y yo nos montamos en aquel taxi chiquito y estrechito. Nosotros dos, el conductor y otros cuatro más. En total siete almas, cada una con sus cosas en la cabeza, en un trayecto en ascenso de más de una hora. El taxista dale que te pego con la bachata, subiendo el volumen para que las vacas y los burros del camino también se animaran. La doña del asiento delantero contestando el teléfono que sonaba sin cesar, y el tipo que iba a su lado diciéndola que normal, que a una mujer como esa había que tenerla controlada y llamarla cada 5 minutos. Y la doña soltando sonrisitas pícaras... Eso en la parte delantera.

En la de atrás el fuego se cocía con menos picante. Una señora muy simpática y muy gordita que tenía montada yo en un muslo no paraba de gemir y musitar al taxista que le pegara más bajito a la radio, que estaba esperando una llamada muy importante porque seguramente nunca más vería vivo a su hermano que estaba en el hospital. Alguna cosa grave de los riñones, los pulmones o el corazón. No supo concretar. Daniel también dale que te pega a hacer fotos desde la ventanilla que me enviaba una brisita muy maja que me estaba haciendo un alisado de keratina la mar de práctico... Y la muchacha que falta, el séptimo pasajero, un suspiro con solo huesos, con la otra mitad de la señora gordita en sus muslos y posando su cabeza sobre mis hombros. Es difícil de explicar pero podría afirmar que las sardinas, o las sardinillas en lata, ya sean en escabeche, al natural, en tomate o en aceite de oliva, eran unas privilegiadas a nuestro lado.

Llegamos a Villa Isabela, y allí entran en juego los motoconchos, un moto-taxi que, además de varias personas al mismo tiempo, es capaz de transportar una nevera, un colchón o cualquier otro artilugio que seáis capaz de imaginar. Cuando nuestra lata de personas paró en la plaza pública de Villa Isabela los pilotos motoconcheros empezaron a rodear al carrito acechando a dos presas muy blanquitas, regordetas y sonrientes que, pensaban, no tenían ni la menor idea de cual es el precio de las cosas. No se confundían.
   -   Señores, un poquito de por favor que abro la puerta y soy española. Cuidadín con lo que dicen que les entiendo todito todo...
   - Ay doña, que donde ustedes van... que les llevamos por precio justo...
   - ¿Seguro? Ok, pero por ahora vamos a estirar las piernas un poquito y a ver si consigo ponerme recta, ¿si?. ¿Alguien tiene una grúa para estirarme?.  Muchas gracias a todos, nos vamos a dar un paseito y volvemos, ¿si?

"Cuando no vendo, me como una yuquita hueca"
Machetero despieza puercos en Villa Isabela
Nunca regresamos a esa plazita repleta de rapaces motoconchos hambrientos de turistas. En su lugar caminamos por una calle típica con tiendecitas, charlamos un poquito con los lugareños, preguntamos precios y nos decidimos por dos motoconchos que parecían ignorarnos. ¿Será verdad que a las mujeres cuando menos caso nos hacen más nos gustan? ¡Qué morbo! Dos motoconchos que nos eran indiferentes.
    -   Ay doña, es que eso de las arqueologias es muy difícil llegar. Van a ser 200 pesos por persona. Si es que hay que meter el motor para atravesar el rio y está lejos.....Y luego hay que regresar.......

La fiesta estaba servida. Un alemán colombiano con ganas de trotar mundos, una española terca y aficionada al regateo, dos motoconchos y kilómetros por caminos de pista. Aquí os dejo la ruta tras los pasos de Cristobal Colón, un periplo inesperado que nos llevó a utilizar 11 transportes para cubrir una distancia de 224 kilómetros.

1. De Villa Isabela a La Isabela (sitio arqueológico del primer asentamiento hispano en América)

Nos bajamos del motoconcho para atravesar a pie el primer río. No muy profundo pero lo suficiente para una moto. El agua estaba fresquita y los pies y las pantorrilas lo agradecieron.

Colón llamó a este río Bajabonico
Seguimos camino y llega otro río. ¿Otro río? Pues este si que era el de verdad. Hay un proyecto de puente abandonado hace mucho tiempo. "A los políticos no les interesa mucho esta parte del país", nos dicen... Pues lo mismo tienen razón. Para atravesar a la otra orilla personas y motores deben montarse en una balsa improvisada (un par de tablones, un pequeño armazón de metal y unos bidones de plástico) que un haitiano empuja con la fuerza que le va quedando. Tenemos que esperar nuestro turno a que este señor haga su trabajo por 50 pesos, o un euro, cada sentido.

Esperando turno para cruzar el río...
Tras otro trayecto en moto y un par de paradas para ver donde estaba "eso de los restos y las piedras" llegamos a La Isabela, el lugar donde el Cristobal más famoso del mundo decidió asentarse por unos años y donde los aguerridos soldaditos españoles fueron cayendo uno a uno porque, entre otras cosas, se quedaron sin suministros y no se atrevian a comer las frutas que los indios taínos (extinguidos por obra española) les ofrecían. Me los imagino diciendo; "ay no, indio, que yo ese mango dulce y sabroso no me lo como. Que yo quiero jamón de bellota".

A falta de puente, esta es la forma de pasar el río
Isabel en La Isabela
1ª Casa de Cristobal Colón en América
Después de ver la casita de Cristobal Colón, los restos del poblado, la primera Iglesia en el Nuevo Mundo, un par de cementerios, el esqueleto de un español de aquella época que jamás imaginó que se convertiría en pieza de museo, artefactos de la época, rocas hechas con resina de árbol y arena de mar, y algunas cosas más, regresamos por el mismo camino a Villa Isabela, desde donde partiríamos hacia la playa La Ensenada para refrescarnos un poquito. Por cierto, Colón decidió llamar al río Bajabonico por su belleza al desembocar en el mar. El río, además de una habitación con vistas, le proporcionaba acceso a agua dulce.
2. De Villa Isabela a playa La Ensenada
De regreso a Villa Isabela negociamos con la avalancha de ofertas posibles para llegar a este rinconcito playero que es el oasis de los dominicanos; muy apreciado por sus aguas turquesas y calmas de poca profundidad. Ideales para clavar las rodillas a modo de ancla mientras se disfruta de una piña colada sentadita en el agua. Efectivamente, La Ensenada es una larga y bonita playa, bastante estrecha y delineada con árboles perfectos para dar sombra a personas y avispas, abarrotada de tumbonas y kioskos (chiringuitos) por todos los sitios.

Playa La Ensenada en Puerto Plata.
La Ensenada, para el que decida ir, tiene su propia banda sonora. Bueno, una o varias... Desde un kiosco escupían a todo volumen una bachatita zalamera que competía con el "que cara más bonita tiene esa niña..." que retumbaba proveniente de otro kiosko. Y eso que esta playita estaba en su día bajo. No quiero ni imaginarme lo que será un sábado y un domingo cuando al "Amor bonito, ven mami, vive tu aventura" se le sumen los equipos de música de los dominicanos que se instalan el día completo en esta playa. Y es que, aunque parezca increíble, hay países en los que son capaces de emitir más decibelios que una típica familia malagueña en La Malagueta a la hora de abrir la olla exprés y llamar a toda la familia a comer bajo la sombrilla. "Pepeeeeeeeeeeeeeee, que el puchero ya eztá listo, que digas a los niño que vengan. Pepeeeeeeeeee, ¿pero tu me eztá escuchando quillo?"

En resumen, La Ensenada es una playa bonita que podría ser paradisiaca si no fuera lo que es; un bullicio incontenido y un arenal algo descuidado por la desidia; ya sabemos lo que pasa cuando los contenedores de basura se llenan y no los vacían... Un buen destino para entre semana y cuanto más alejado de la zona de chiringuitos mejor. No apto para quien busque solitud, descanso y tranquilidad, Perfecta para entrar en contacto con la vida dominicana y experimentar una gran fiesta al aire libre junto a un mar precioso.

¡Ah, se me olvidaba!. Mientras descansaba en la arena a la orilla del mar, vinieron a hacerme compañía un par de amigos que querían que les enseñara a dibujar corazones en la arena. Me regalarn un vasito de plástico lleno de conchitas de mar y unas sonrisas y ocurrencias que convirtieron a La Ensenada en un lugar mágico.
   -  Mi papá dice que la gente hace mucho relajo el fin de semana
Señora, ¿me dibuja un corazón en la arena?
   -  ¿Y quien es tu papá?
   -  El señor que´sta limpiando pal agua. Las hamacas tienen que estar muy limpiecitas para el fin de semana
   -  ¿Y tú le ayudas? ¿Qué quieres ser de mayor?
   - Hoy es mi día de vacancias. ¿De mayor?. No sé señora... como mi papá, y seguir jugando pal mar... yo tengo 9 años y me llamo Felix. Pero no bebo ron que no es pá niños. ¿Me dibuja un corazón en la arena?.


3. La Ensenada, Villa Isabela, Mamey, Guananico, Imbert y Puerto Plata

A las tres de la tarde me despido de Félix y me dice que si regreso que vaya a las hamacas de su papá, que "son más baratas que las de al lao y más liempecitas". Los taxis brillan por su ausencia, los motoconchos también. Al final un marino, "que yo no soy motoconcho sino marino que requiere ayudarles porque hay que cuidar al turista", busca a un motoconcho profesional para regresarnos a Villa Isabela a tiempo para tomar la ruta lata de personas (taxi público) que nos llevaría de regreso a Puerto Plata.

Los potrillos, los terneros (que me despiertan el hambre), las palmeras, los ríos... todo muy verde, y muy bonito a ritmo de moto. Un bucólico paseo hasta que, tras varios avisos ("este motor está jalando"), la moto traicionera empieza a perder velocidad y se para (exactamente lo mismo que sucedión con el coche alquilado a la salida de Santiago de Cuba el año pasado). Ya ni me asombro de algunas cosas. Y fue ahí donde empezó el duelo de si no hay gasolina, que si que la tiene, mira como suena el tanque, y dale a agitar el tanque y la gasolina saltando en gotitas... que vamos a intentarlo otra vez, y dale a la manivela para ver si aquello arrancaba... Lo conseguimos pero, para darle más emoción a la situación,  tuvimos que repetir la operación al menos en diez ocasiones, las mismas en las que la moto se paraba y decía "hasta aquí hemos llegado": Y el reloj haciendo tic-tac. Tic-tac.

"Señora, tiene usted razón, esto tá tó tapao"
Y yo, ya un poquito de los nervios por el implacable paso del tiempo, "mire que esto parece como si la gasolina no pasara correctamente al motor...", y me quedo sorprendida de mi ocurrencia. "Es que suena como cuando el carburador de un carro está sucio...". "Ay miija, ¿y si fuera eso? Mire que el motor en nuevito, solo tiene dos meses". Y allí mismo se pusieron a desmontar la piecita. "Pues si señora, pero usted sabe de motor? Es que está tapado todo esto". Y el reloj tic-tac, tic-tac...

   - Es que yo creo que no llegamos a la ruta de Villa Isabela.
   - Ay no señora, a esa no llegan, pero a la de Mamey sí. En Villa Isabela agarran una guaguita para allí y marchan para Puerto Plata. Disculpe por lo que pasó pero usted toma mi número y cuando regrese yo la invito a comer ostiones y a un paseito en barco a ver los manatíes gigantes, los más grandes del mundo.
   - Ostiones, ostiones..... eso es lo que te voy a dar yo a tí, se me pasa por la cabeza mientras sonrío y anoto su número. Gracias, Andrés El Marino, regresaré si puedo.

Conseguimos montarnos en la guaguita a tiempo.
   -  ¿Y esta llega a Mamey? ¿Llegamos a tiempo para la ruta?.
   -  Sin problema, hay rutas hasta las 5 de la tarde.

Llegamos a Mamey, nos rodean los motoconchos gritando
   -  ¡La ruta de fue, la ruta se fue!
   -  Bueno, esperamos a otra.... (así como para que no vieran que empezaba a cundir el pánico).
   -  ¡Que ya no hay otra!, se desgañitan gritando unas mujeres desde un puesto melonero y de mangos.
   -  ¿Que no hay otra?. Pero si no son las 5... ¿Y ahora como llego yo a Puerto Plata?.
   -  En Guananico si hay ruta hasta las seis. Les llevamos en motoconcho
El alemán y yo sopesando la situación: ¿estarán diciendo la verdad o mintiendo para sacarnos los cuartos, digo, los pesos?. Las de los melones haciéndonos aspavientos y gritando que no había más rutas por hoy. Nosotros intentando regatear  50 pesos, y esta vez no era yo. Yo entro en crisis y empiezo a maldecir a los taxistas, a los motoconchos y a todo tipo de vehículo motorizado. Y el del motoconcho que me relaje.
   -  ¿Que me relaje? ¿Y esta noche donde duermo, en su casa?
   -  Doña que yo soy serio, que yo creo en Dios. Que yo me hago responsable si no lo agarra, pero tenemos que irnos ya
El buen Daniel, que aunque sabe español no es lo suficiente para estas situaciones algo tensas y rápidas, insistiendo en si podíamos pagar 50 pesos menos.
   -  Daniel, ¡móntate en el motoconcho ahora mismo, que por un euro dormimos hoy en la calle!.
   -  Y a tí, dirigiéndome al motoconcho, como yo no agarre esa ruta hoy te mando toda la furia de los cielos y le digo a Dios que te de tremenda paliza. ¿Entendido?.
De Mamey a Guaganico a vista de motoconcho...
Y aquellos motoconchos empezaron a correr como el diablo monte abajo. La belleza del paisaje me devolvió la serenidad y empecé a reír; por fuera con una gran sonrisa y por dentro con una gran carcajada. "¡Ay hermanita!, pensé, esta es una de las nuestras". Y me sentí inmensamente feliz. Fueron 15 kilómetros que recordaré por mucho tiempo. Entonces tuve la certeza y confianza de que a las 7 de la tarde estaría en la casita de Muñoz disfrutando del arroz con gandules.



Al llegar al anhelado Guaguanico allí estaba la última ruta hacia Puerto Plata del día. Le doy un abrazo al motoconcho, le digo que me perdone y que retiro lo de la furia de los dioses y que pediré bendiciones ara él por salvarme el día. Y empezamos a negociar con el conductor:
   -  Yo les llevo hasta Imbert
   -  Imbert.. Y eso, ¿dónde queda?. Bueno, es que ni me importa. ¿Desde allí puedo llegar a Puerto Plata?
   -  Si señora
   -  ¿Y hasta que hora hay ruta?
   -  Todo el día. Hay guaguitas y rutas, para que usted elija lo que prefiera
   -  ¿Seguro que sí?. Mire que llevo una tardecita... Ok, entonces nos avisa cuando vaya a salir. Estamos en el colmado bebiendo un juguito.
Y llegamos a Imbert, y allí tomamos una guaguita que nos dejó en Puerto Plata, y luego la ruta hasta Muñoz, y luego el arroz con gandules, la sobremesa junto al río, las cigarras, el sonido del agua...
   -  Daniel y mañana ¿qué vas a hacer?
   -  Mañana voy a los 27 charcos. ¿Vienes?

Y me fui a dormir con la sensación de que llevo aquí mucho tiempo, de que estos días han estado llenos de vida y de que la vida, la mía, se ha convertido en un maravilloso efecto mariposa. Os mando una gran sonrisa y carcajada. Este hoy me recordó que a pesar de este mundo egocéntrico y vanidoso, es necesario seguir confiando. Aunque no se vislumbre la ruta, un paso tras otro. Confiar, caminar, luchar y vivir.
¡Buen camino!

14/6/12

República Dominicana; un paseo por las nubes



Un paseo por las nubes es suficiente para que el mundo se torne completamente distinto . Más ruidoso, más improbable y más insospechado e inesperado. Una hora es suficiente para dejar atrás un proyecto y comenzar uno que nunca lo fue. Una decisión rápida, meditada y firme que el lunes 11 de junio me llevó desde el Viejo San Juan de Puerto Rico hasta República Dominicana; el paraíso de los hoteles todo incluído y playas de ensueño.

Mi destino, no obstante, no tiene mucho que ver con esto. Yo me dirigía a SunCamp, un campamento ubicado en Muñoz, un poblado que no conseguí localizar en Google, a tan solo 20 minutos en coche desde la ciudad de Puerto Plata. Tardé poco en descubrir por qué, pero eso es harina de otro costal, o motivo para otro post.


Entre las nubes...
... los pensamientos se aceleran y se amontonan como si quisieran salir de los registros que les han asignado a cada uno de ellos. Había que cambiar rápido de chip y organizar mentalmente los pasos para mi llegada al campamento. Todo parece un poco amenazante cuando se desconoce completamente el país, aunque la información, el idioma compartido y alguna que otra tabla ayudan a que desembarcar en un nuevo destino sea un proceso suavecito. Y así resultó.
     El aeropuerto de Santo Domingo te recibe con un sabor local que invita a zambullirse en su cultura; desde los pasillos decorados con frases, imagenes y objetos que hacen referencia a sus tradiciones, hasta los trámites de aduana. Y donde unos ponen hiel (sí, estoy pensando en el control de pasaportes del aeropuerto de Miami), aquí todo son risas. Solo hay que seguir los pasos; pagar los 10 dólares del visado de turista, cambiar algo de dinero en moneda local (el cambio es mejor en la ciudad pero para salir del paso...), sonreir al oficial que estampa tu pasaporte sin ninguna -¡ni una sola!- pregunta sobre los motivos del viaje, recoger la maleta que había salido por la cinta antes de que me diera tiempo a llegar, y decirle a la señorita de aduanas que no había nada que declarar en mi equipaje.
   -  ¿Nada que declarar?
   -  Absolutamete nada. El jamón lo dejé en España. A mi me gustan más los mangos.
   -  Ja, ja, ja. ¿Su primera visita a República Dominicana? ¿Tiene amigos aquí?
   -  Pues si, creo que soy la única que no había venido antes. Y no, no conozco a nadie aquí....
   -  Ahhhhh, pues va a tener usted un problema.
   - ¿Si?, digo sonriendo y esperando el golpe de efecto
   -  Pues si doña. Su problema es que no va a regresar, que no se va a querer marchar de aquí nunca
   -  Uhmmmmmm, este problema me suena muy bien.
   -  Pues siga adelante y disfrute mucho de nuestro país. ¡Bienvenida a la República Dominicana!

Lo demás... todo anécdotas facilonas. Un taxi del aeropuerto a la estación de autobuses Caribe Tours (35$), un boleto de bus desde Santo Domingo a Puerto Plata (10$ y 4.5 horas de viaje). Una coca cola botella gigante y dos empanadas dominicanas antes de empezar el viaje (2$). Taxi desde Puerto Plata a Muñoz (10$).
     Durante el trayecto desde el aeropuerto a Santo Domingo el taxista me fue introduciendo algunas particularidades de la islita. La paz del aeropuerto pronto se convirtió en un caos lleno de luz, color, olores, ruido y vida. Su energia me atrapó al instante. Gente, gente por todas partes en contraste con San Juan de Puerto Rico, donde para ver almas caminando hay que ir al centro comercial Plaza Las Américas...
     En la sala de espera de la estación de Caribe Tours, atenta a los movimientos de la pantalla de autobuses, a los altavoces que anunciaban entrecortadamente las salidas, y a todas las personas que compartían conmigo aquel espacio insuficiente, me sentí inmensamente feliz. Si, repentinamente feliz y dichosa en un salita algo calurosa donde se anuncia con mucho orgullo y brío los modestos servicios de la estación de autobuses, donde un fiel practicante regala panfletillos religiosos y donde se puede comprar un protector de pantalla a precio irrisorio, e incluso un boletito de lotería que, con un poco de suerte, nos de acceso a comprar una parcelita en el paraíso. Una vida posible.