30/12/14

¡Adiós, 2014!

Pensé no hacerlo: el balance de este año que agoniza. Pero cambio de idea, quiero despedirlo con palabras. Como bien dijo Eduardo Galeano: ¿Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos? Quiero juntar los míos antes de que comience el 2015. Ahí voy. A ver lo que sale.

El 2014 fue tremendamente jodido, precedido por un 2013 que ya apuntaba maneras. Y aún a sabiendas de que sería traumático y triste; y aún habiendo intentado fortalecerme emocionalmente para el duelo... fue devastador. El dolor que causa la pérdida de una madre echa raíces profundas; y solo la calma y el tiempo -creo- ayudan a convivir con la nueva situación. A día de hoy, no ha habido ni tiempo ni calma para conseguirlo. Le dejo al 2015 esa responsabilidad. Y a mi misma.

19/11/14

El enano en la botella


El enano en la botella es un texto teatral del escritor y dramaturgo cubano Abilio Estévez. Una obra que, a mi parecer, forma parte de ese baúl repleto de gemas literarias poco conocidas, especialmente en España y en Europa. Gracias a su estreno en Madrid por la compañía Tururú Teatro, he tenido la fortuna de conocerla, de sentirla.

El enano en la botella es un monólogo inteligente y complejo. Es como una casa de un solo inquilino habitada por innumerables personajes ficticios y reales que interactúan con el protagonista para explicarnos su historia. Gracias a ellos, y a un enano acomodado en una eterna montaña rusa existencial,  podemos hacer un viaje a nuestros propios miedos, frustraciones y esperanzas. La botella, incómoda pero segura, es una metáfora del nicho de confort, de la zona conocida (física o emocional) que, aún insatisfactoria, muchos se niegan a abandonar.

A medida que el monólogo avanza, el espectador entiende que también es un enano que vive en una botella. Es casi inevitable, como si la dualidad 'ser o no ser' estuviera grabada a fuego en nuestro código genético.  Para llegar allí, plantea la obra, quizás tan solo sea necesario caminar junto a los compañeros desidia, miedo a ir contra corriente y dejarse arrastrar por las circunstancias. Enanos somos todos, incluso aquellos que se negarán a aceptarlo; porque es infinitamente más fácil huir que interiorizar. Y sin embargo, una de las pocas certezas que he acuñado a lo largo de mi vida es justamente esa; que aquellos que evitan mirarse en el espejo que deja el alma expuesta, por lo general, son los seres más miserables que existen. Mentes de paja y corazones de lata que no pueden aceptar, ni tan siquiera imaginar que, para tapar los agujeros negros de su corazón, se rodean de acumulación, ansia de bienes materiales y actitudes de evasión.

Por eso me cae tan bien el enano. Porque, con todo su cinismo, dramatismo y teatralidad, se canta las verdades, una a una, sin dejar resquicio. El enano en la botella es una obra existencial que habla sobre la condición humana; nos invita a reflexionar sobre si nuestra vida es el reflejo de la lucha por nuestros sueños, por aquello que nos hace vibrar,  o el resultado inequívoco del conformismo, la falta de agallas o la tiranía social en la que unos pocos acaban aplastando a una gran mayoría.

Muy recomendable
Me gustaría hablar sobre el desenlace, pero explotaría una obra que todavía está en cartel y que puede ir a verse en Madrid. La recomiendo a todo el que tenga oportunidad. Desde el punto de vista técnico hay que destacar la actuación de Luis Jaspe, que da vida al enano de forma magistral; una tarea muy difícil resuelta de forma excelente. Me maravilla que en tan solo una hora una persona sea capaz de transmitir y empaparnos de tantas emociones y sentimientos. Hay que ser muy buen actor para conseguir ese efecto en el público, y él lo es; un grande que se acerca al espectador y lo convierte en parte del espectáculo. Nidia Moros, la directora, es responsable también de este gran trabajo que consigue trasladar a escena un texto muy intenso y lleno de matices. Gracias a su adaptación, la obra de Abilio Estévez, inspirada en la situación de aislamiento político y social de la isla de Cuba, tiene plena vigencia en nuestros días y en nuestra sociedad.

Aquí dejo los datos para aquellos que decidan ir. En este enlace se puede leer una crítica de El enano en la botella y en este otro se accede a la página Web de Tururú Teatro.

 SALA TÚ
Martes 25 20,30 horas
 (c/ Velarde 15 / 17).
Plaza Dos de Mayo
Metro: Tribunal, Bilbao, Noviciado, San Bernardo

Reservas:
910176802

Y para terminar, agradecer a Tururú Teatro, y en especial a Luis Jaspe, que se atrevieran a luchar por El enano en la botella; teatro mágico, -emulando a Hermann Hesse-, solo para locos (maravillosa palabra repleta de positivismo). Me consta que El enano hizo sonar el timbre de puertas que nunca se abrieron. Finalmente una, la de la Sala TÚ de Madrid, sí lo hizo. Y quizás por eso la conocen como ‘Resistencia Artística’, porque en un país donde la cultura es devorada por políticas y medidas que intentan aniquilar la originalidad y lo auténtico; donde el cierre de salas independientes de pequeño formato está a la orden del día, y donde los macro teatros ya solo apuestan por obras seguras y comerciales, la Sala TÚ resiste y nos sigue regalando puro arte.

El enano en la botella es el resultado de la perseverancia de un grupo de locos maravillosos que sí creen en la vida posible. Que son capaces de arriesgar lo conocido por la incertidumbre y que, por encima de todo, luchan por sus sueños en un país que, insisto, acorrala y aísla a los diferentes, a los que no pasan por el tamiz del borreguismo institucionalizado. 

¡Enhorabuena!



28/9/14

¡Feliz Cumpleaños. África!

Tengo mala memoria para asuntos del pasado, pero hay algo que nunca olvidaré. Yo tendría apenas 8 años y estaba en una habitación de hospital. Estábamos varios miembros de la familia. Todos alrededor de una cuna en la que descansaba mi hermana, con apenas un par de días. Los mayores discutían el futuro nombre de la niña mientras, como ya era costumbre, yo estaba absorta en mis propios pensamientos mientras la observaba a ella; tan diminuta, tan ajena al exterior, recubierta de sus ropajes de recién nacida.

Entonces escuché: "África, vamos a llamarla como su tía y madrina". "África", ese nombre consiguió sacarme de mi mundo para proclamar con toda mi fuerza que mi hermanita no podía llamarse así, que en el colegio todos se reirían de ella, que era un nombre horrible para una niña. Pero, como suele ocurrir, mis padres no escucharon las plegarias de su hija refunfuñona de 8 años. Y unos meses después bautizaron a ese bebé como María de África. Y como suele ocurrir, los padres, una vez más, tenían razón.

Y resultó que África es el nombre perfecto para ella. Después de un periodo de adaptación en el cole, ese nombre, que evocaba a un continente que rebosa fuerza y vida, no podía ser más adecuado para ella.

Sí. África, el continente, a pesar de los estereotipos y las etiquetas, es tierra de luz y vida. De sonrisas, amabilidad, esperanza y espera. A veces extrema y dura pero, por encima de todo, bondadosa y generosa. Y justamente así es ella, mi hermana. Protectora y entregada con los suyos. Siempre buscando la sonrisa en el rostro de aquellos a quien quiere y que la quieren. Fuerte. Tremendamente fuerte, como haciendo un corte de mangas a un físico que de niña le daba un aspecto de gran fragilidad. Sincera y directa. A veces indecisa y taciturna. Y bonita por dentro y por fuera. Con una de esas almas a las que es un placer asomarse. Sencilla por fuera, compleja en sus entrañas. Esa mezcla equilibrada de dotes, defectos, valores y virtudes que la convierten en un ser humano que ilumina en un mundo donde cada día hay menos personas capaces de transcender de sus propias necesidades y caprichos para ayudar al semejante.

Y a mí, entre otras, me tocó esa suerte. No solo que África fuera mi hermana sino que, con el paso de los años, se convirtiera en mi amiga. Esa persona con la que poder pensar en voz alta y comunicarme con una mirada. Y es que, aunque suene a tópico, ella siempre está. Incluso cuando media la distancia. En lo bueno, en lo malo y en lo peor. ¿Fácil? No, no lo es. Tengo los suficientes años y experiencia como para saber que debo sentirme contenta, afortunada y bendecida por poder contar con ella. Dicen que los amigos son la familia que se elige. Y ella es las dos cosas; la impuesta y la elegida.

Hace muchos años alguien me dijo que hay sentimientos que las palabras nunca podrán expresar demasiado bien. Y quizás eso es lo que yo siento en estos momentos, incapacidad para transmitir lo que ella significa en mi vida. Mis raíces, mi muro de contención, mis alas, mis ojos, mi cordura y mi locura. Mi fuerza, mi calma. Esperanza y paciencia. Apoyo y resorte. África, mi hermana, es un poco de todo aquello que necesito para seguir adelante. En lo bueno, en lo malo y en lo peor.

 Podría decirse que tras una etapa triste, en la que nos sentimos abandonadas por muchos y confortadas por pocos, ella siempre estuvo allí. Aparentando fortaleza cuando yo me caía. Acompañándome cuando yo ya creía no poder más, confortándome y haciéndome sentir que, pasara lo que pasara, no estaría sola. Y últimamente, cuando tanto dolor y ausencia parecen haber sustituído a la alegría... Ahí está ella, recordándome mis sueños y zurciendo mis alas. Animándome a emprender el vuelo hacia el reencuentro con las ilusiones olvidadas. Martin Luther King dijo que si ayudaba a una sola persona a tener esperanza, no habría vivido en vano. Pues eso es, entre otras muchas cosas, lo que ella hace; mostrarme ese camino y recordarme que es posible. Posible.

Y bueno, hoy es su cumpleaños. Y quería felicitarla. Y me ha salido esta tremenda parrafada que, insisto, no expresará demasiado bien lo que siento por ella. África, eres grande y única. Te quiero. Y no tengo palabras para agradecerte todo lo que representas para mí.

África, seguro quedan más llantos e incertidumbres por vivir, pero también más risas, más confidencias, más viajes, más países, más ilusiones. Una frontera más. Una risa más. Un sueño más. Quien sabe, una nueva aventura en camello o en caballo. Quizás un nuevo rescate en el mar, nuevos amaneceres con los ojos semiabiertos, playas de ensueño, volcanes furiosos, barrancos de vértigo, un baño eterno al final de la calle 7. Más mosquitos, cucarachas y flores. Más música, más sol, más paz. Un poco de todo. Y más...

¡GRACIAS! ¡TE QUIERO MUCHO!

29/8/14

Volver, siempre volver

Dicen que no toda distancia es ausencia ni todo silencio es olvido. Algo completamente cierto en lo que a este blog se refiere. Más que un blog esta bitácora era un cuaderno de notas para que mi familia pudiera saber de mis vagamundeos. Llevo mucho tiempo sin subir a un avión y sin atravesar fronteras geográficas, quizás eso me alejó de este espacio. Porque para mí, atendiendo a la forma en que vivía, saltar de país en país era sinónimo de aventuras, diversión , aprendizaje y crecimiento.

Lo cierto es que los dos últimos años han sido especialmente complicados. Todo un reto para la resistencia física y emocional. Una montaña rusa de sentimientos encontrados, dolor, esperanza y aceptación. El petirrojo que apareció malherido en mi balcón no hizo otra cosa que anunciar los temores que me quitaban el sueño cada noche. Hace seis meses que mi madre, mi gran inspiración, falleció. Y la extraño con locura.

¿Qué tendrá que ver un petirrojo en todo esto? pensarán algunos. Bueno, sería largo de explicar y no es el caso, pero tiene que ver con los presagios, con la magia. ¿Absurdo? Quizás, pero no puedo vivir sin ella, sin esa magia que nos devuelve la intuición ancestral perdida, que hace prevalecer los sentimientos sobre lo material y lo posible sobre lo imposible.

Cada semana me sigo encontrando con personas que conocían a mi madre. Me emociona escuchar sus palabras. Todas coinciden, aunque la mayoría no tienen relación entre ellas, en una cosa que consigue ponerme los ojos a punto de lágrimas. Me dicen que mi madre me extrañaba cuando yo viajaba y que, aunque a ella le hubiera gustado tenerme a su lado, estaba contenta por verme feliz y lo entendía. Entendía mis ausencias porque a ella le hubiera gustado poder hacer algo así.

Lo sé. De pequeñita y adolescente, cuando ella pensaba que yo estaba absorta en mis dibujos o elucubraciones, yo la escuchaba hablar en alto. Mientras hacía las tareas del hogar, entre canturreo y canturreo, a veces se le escapaban las nostalgias por los labios. Y esas nostalgias, que todos tenemos antes o después, hablaban de lugares remotos, de lo que le hubiera gustado viajar y conocer ciudades como Roma. Pero claro, aquello eran otros tiempos y muchos padres tenían que elegir entre dar lo mejor a sus hijos o hacer grandes viajes. Los míos renunciaron a su bienestar para que nosotros tuviéramos más opciones en el futuro. Por eso cuando yo era niña, al escuchar a mi madre faenar entre canturreo y canturreo,  decía para mis adentros: "Yo iré a esos sitios mamá, y te lo contaré para que tú también puedas conocerlos".

Mi madre era fuerte, valiente y tenía alma de aventurera. Al final disfrutó con mi padre y sus hijos de bastantes viajes que no esperaba. Y conoció Roma. Meses antes de fallecer, acaso presintiendo su destino antes que nosotros, me decía: "Cuando yo me muera tienes que hacer tu vida. Tienes que irte de España, viajar. Tienes que ser feliz".

Sé que ella sabe que lo estoy intentando. Que me esfuerzo por recuperar la sonrisa y comenzar una nueva vida. Sí, una nueva etapa, más sincera conmigo misma y más libre. Libre de aquellas personas que demostraron sólo saber estar para las buenas (dolió quitarse la venda de los ojos pero las bofetadas de realidad siempre son necesarias). Libre de los pensamientos negativos y de dolor que han hecho que me aferrara más a lo que ya no tengo que a lo que poseo. Libre de cadenas y de mochilas pesadas; intentando dejar atrás el pasado, excepto sus enseñanzas, e imaginando de nuevo una vida posible.

No te preocupes, mamá. Volveré a desplegar alas, seguiré recorriendo caminos y aprendiendo, y creciendo. Tan solo estoy recomponiéndome y esperando un viento que valga la pena para emprender el vuelo.